7.01.2009

XACOBEO 2010

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Para entender el fascinante fenómeno de las peregrinaciones a Santiago, debemos partir de la tradición. De historias de un cristianismo incipiente que hablan de la labor evangelizadora de un pescador en tierra de la Hispania romana.Su nombre, Santiago, uno de los doce apóstoles de cristo, hermano de Juan el evangelista e hijo de Zebedeo.

Tras la crucifixión de Jesús, cuenta la tradición que a “Santiago El Mayor” le fueron adjudicadas las tierras de Iberia para predicar la palabra de Dios, y que en esta tarea llegó hasta la desembocadura del río Ulla, desembarcando en el sur de Hispania y pasando por diferentes asentamientos hasta la verde y céltica Galicia, a la que los romanos llamaron “Finis Terrae”, por ser en aquel entonces el extremo más occidental del mundo conocido. Sin embargo, con poco éxito y escaso número de discípulos, Santiago decidió su vuelta a Palestina, donde en el año 44 fue torturado y decapitado por Herodes Agripa, Nieto de Herodes el grande.

Cuenta también la tradición que dicho rey prohibió dar sepultura a los restos del apóstol y que dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro, en secreto, trasladaron su cuerpo durante la noche hasta la orilla del mar, donde encontraron una barca preparada para navegar. En ella depositaron el cuerpo del apóstol, que llegaría de nuevo, tras una larga travesía marítima, hasta tierras gallegas, para cumplir con el rito, arraigado entre los apóstoles, de ser enterrados donde predicaron en vida.





El Apóstol y sus dos discípulos remontaron el río Ulla hasta el puerto de Iria Flavia, capital de la Galicia romana. Allí tuvieron que lidiar con una poderosa dama pagana de nombre Lupa, que intentó hacer imposible el propósito de Atanasio y Teodoro de dar sepultura a su maestro en esas tierras. Tras diferentes sucesos milagrosos conocidos por la tradición oral, Lupa se convierte al cristianismo y cede en su oposición pudiendo reposar por fin el cuerpo y la cabeza del apóstol en el cercano bosque de Libedrón. Las continuas guerras, …las incursiones de los pueblos suevos, godos, visigodos, y posteriormente la conquista islámica del siglo VIII obligaron a los cristianos a mantener escondidas las reliquias de Santiago, protegidas y custodiadas, al parecer, por los ermitaños del lugar. Pero el paso del tiempo va debilitando la memoria del culto apostólico hasta quedar sumida en el olvido la ubicación de los restos del apóstol…

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